viernes, 21 de febrero de 2020

Bar Bahar (2016)

CURSO 2019-2020. SESIÓN 5

Título original: Bar Bahar.
Fecha de emisión: 20 de marzo, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

Salma, Laila y Nur, tres mujeres palestinas que viven en un apartamento de Tel Aviv, intentan encontrar un equilibrio entre la tradición y la cultura moderna. Palestinas con pasaporte israelí, las tres han optado por vivir una vida de libertad en Tel Aviv, lejos de sus lugares de origen. Las tres buscan el amor, pero pronto se darán cuenta de que una relación escogida por ellas no es algo fácilmente alcanzable. (FILMAFFINITY)

TRÁILER



CRÍTICA 1: Feminismo en Oriente.


Bar Bahar. Entre dos mundos, opera prima de la directora y guionista Maysaloun Hamoud, es una película israelí que profundiza sobre el feminismo en Oriente, la mujer árabe y la búsqueda del amor sin renunciar a la libertad. Una cuestión peliaguda en una sociedad en la que dar un paso adelante supone dar dos hacia atrás. Las protagonistas son Salma, Laila y Nur, tres palestinas que comparten piso en Tel Aviv (Israel) y que no terminan de encajar en ninguna parte.

Una nueva generación de mujeres árabes

Tal vez Bar Bahar no sea la película más revolucionaria que veremos sobre la mujer en Oriente, pero su honestidad y su cercanía la hacen una propuesta a tener en cuenta. Es un «rompe-estereotipos» que visibiliza a unas mujeres árabes que no estamos acostumbrados a ver. Una generación, influida por la Primavera Árabe, que pelea por sus derechos y por cambiar lo que no les gusta.

Mujeres de hoy día, unidas con independencia de su religión (judía, musulmana, cristiana…) u orientación sexual, cuya lucha común es que las acepten tal y como son. Así nos encontramos en la película con tres perfiles bien diferentes.


  • Salma: una DJ lesbiana a quien su familia le busca pretendientes. Con ella veremos la realidad LGTB en Oriente, que sí existe, y sus dificultades.
  • Laila: una mujer profesional, abogada, de la que no conocemos sus orígenes pero sí su ímpetu por vivir a su manera.
  • Nur: una estudiante de informática, musulmana practicante que se va a casar en breve.
Bar Bahar: tradición vs. modernidad

La dualidad entre ser considerada «una buena mujer» o una «fulana» es aún mayor en la cultura árabe. En Bar Bahar seremos testigos de una vida nocturna en la que abundan las drogas, la música tecno, las relaciones entre personas del mismo sexo… Una realidad que se mantiene oculta y que la sociedad castiga, pues son las ovejas negras que se desvían del rebaño.


A estas mujeres los hombres las consideran atractivas, misteriosas, rebeldes, aventureras… mujeres con las que divertirse, pero no para comprometerse y presentarlas en familia. Este conflicto se personifica en Laila, quien por fin cree encontrar el amor sin prejuicios en un «hombre liberal». Pronto verá que no es tan fácil. Pues poco a poco este querrá cambiarla; para que no sea tan ella misma sino como «debería ser».

Un tema interesante que se muestra, sin profundizar, es el racismo implícito hacia un palestino en Israel. A Salma, que trabaja de camarera en un restaurante, no le permiten hablar en árabe porque incomoda a la clientela. En una tienda de ropa moderna, Laila y Salma también vivirán una situación de rechazo por parte de la dependienta.


De la mano de Nur, la más inocente del grupo, viviremos la mayor transformación. Gracias a su nueva vida junto a sus compañeras, descubrirá que el medio para ser libre es elegir otro camino. Y que este no pase por la sumisión.

La directora Maysaloun Hamoud ya había realizado varios cortos, pero con esta primera película ha lanzado su carrera. El film se llevó tres premios en el pasado Festival de San Sebastián (Premio Otra Mirada, Premio de la Juventud y Premio Sebastiane) y participó en la Sección Oficial del Festival de Toronto.

Si te apetece una historia diferente de mujeres, puedes encontrar Bar Bahar en Filmin o en DVD.

Silvia Gutiérrez Guerrero (quesejodaelespectadormedio.com)

CRÍTICA 2:  Un grito de libertad. 

“Estamos hartos de dictaduras, de las reglas, pero no nos hemos rendido. Debemos liberar nuestras mentes, seguir alentando el feminismo, la educación. Es hora de que empiece una nueva era”.  Con estas palabras finalizaba Maysaloun Hamoud su discurso al recoger el premio de RTVE “Otra mirada”, en el Festival de San Sebastián. Un alentador alegato que define inmejorablemente el carácter de Bar Bahar (Entre dos mundos), primera película escrita y dirigida por la joven realizadora palestina.

Maysaloun Hamoud, en el Festival de San Sebastián.

Nacida en Budapest, aunque reubicada en su pueblo familiar Dir Hana a la temprana edad de dos años, Maysaloun Hamoud estudió Historia de Oriente Medio en la Universidad de Tel Aviv, para posteriormente formarse en la Escuela de Cine de Minshar, también en la metrópoli israelí. Tal vez, esta circunstancia convierta la experiencia de la directora en un testimonio perfecto para relatar la historia de tres mujeres palestinas que luchan por desarrollar sus vidas con libertad en dicha ciudad. Y es que de eso nos habla, ni más ni menos, Bar Bahar: de la libertad.

Actualmente, dos millones de palestinos viven dentro de las fronteras de Israel. Relegados a la condición de ciudadanos de segunda clase, residen y desarrollan su vida en barrios propiamente palestinos, y el marcado sectarismo impide prácticamente la mezcla entre ambos segmentos de la sociedad. Salma, Laila y Nur, personajes protagonistas de la película, constituyen un ejemplo de este fenómeno: mujeres palestinas que han emigrado a Tel Aviv en busca de formación y oportunidades.

Las dos primeras intentan vivir libremente con magnífica naturalidad. Salma, desacomplejada e imponente, es una carismática abogada. Laila, descarada y audaz, una DJ homosexual alejada de su autoritaria e intransigente familia cristiana. Salen, beben, fuman, y se acuestan con quienes quieren cuando les place. Llevan piercings, tatuajes, y visten con escote. Y básicamente, les importa un pimiento lo que los demás piensen de ellas. Todo muy normal, ¿verdad? La realidad nos enfrenta cuando conocemos a Nur, nueva compañera de piso de las otras dos inquilinas. Musulmana y extremadamente tradicional, contempla con asombro, y tono reprobador, el modo de vida de las dos mujeres.

Laila, una de las protagonistas de la película.

La película entra entonces a contar su verdadera historia, un evidente conflicto entre modernidad y tradición, entre libertad y represión, entre sometimiento y rebeldía. Hamoud, que comenzó a escribir el guion en 2011, en pleno apogeo de la Primavera Árabe,[1] lo hace con fuerte optimismo, aunque dejando claro que todavía quedan muchas cosas por hacer. Opta por engrandecer el entendimiento entre las personas, por la confraternización entre quienes están reprimidas para vencer el maltrato y la desigualdad.  Por esta razón, la cinta supone un impulso emocionante desde el punto de vista de la esperanza por un mundo más igualitario.

Salma, Laila y Nur.

Un filme intrépido y enérgico desde sus primeros compases, con una selección musical potente y una fuerza indomable que llenará de combustible al espectador. Que no teme, como sus personajes, a ser juzgado. Porque si hay una palabra que define a Bar Bahar, es la osadía, puesto que exhibe secuencias de desgarradora crudeza, y no teme incluir momentos cómicos dentro de su doloroso contexto. Una película viva, inquieta, que desborda frescura e insurgencia, y que puede suponer un estímulo para próximos trabajos de futuras realizadoras palestinas.

Con un trasfondo sociocultural siempre patente, Bar Bahar va creciendo en su condición de película estimulante con un estilo visual atractivo y, sobre todo, con vigorosa intensidad. Maysaloun se presenta como una directora con una personalidad fuerte y arrolladora, armonizando lo desgarrador y lo emotivo, lo esperanzador y lo descorazonador. Lo logra sin discursos ni disertaciones, con una película convencida de su identidad y temperamento, pero sin pretensiones acerca de su condición de necesaria. Su estilo derrocha genio y espontaneidad, y posee la complicada virtud de entretener a la vez que revolver.

Laila, Nur y Salma, protagonistas de Bar Bahar (Entre dos mundos).

Bar Bahar es cine del aquí y el ahora, contemporáneo y agudo. Representa una lucha necesaria por derribar los prejuicios absurdos, una valiente bofetada al machismo y a la represión de la libertad y, sobre todo, un grito alto y contundente que anuncia: “somos mujeres palestinas, y vamos a vivir como nosotras decidamos”.

Álvaro Muñoz (revistacultural.ecosdeasia.com)

miércoles, 5 de febrero de 2020

Hierro 3 (2004)

CURSO 2019-2020. SESIÓN 4

Título original: Bin-jip.
Fecha de emisión: 14 de febrero, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

Tae-suk es un joven que ocupa temporalmente viviendas cuyos habitantes están ausentes. Nunca roba ni ocasiona daños en los hogares de sus involuntarios anfitriones. En realidad, es una especie de fantasma que duerme en camas ajenas, come algo de las neveras de esos extraños y retribuye su forzada hospitalidad haciendo la colada o arreglando alguna que otra avería doméstica. Sun-hwa, que en tiempos fue una hermosa modelo, se ha visto convertida en una sombra viviente por un marido que la maltrata, encerrándola en una casa ostentosa. El destino cruza los caminos de Tae-suk y Sun-hwa, aunque sus existencias están abocadas a no dejar huella en el mundo. Se conocen cuando Tae-suk entre en casa de Sun-hwa, y enseguida saben que son almas gemelas. Como si estuvieran unidos por vínculos invisibles, descubren que no pueden separarse y aceptan en silencio su nuevo y extraño destino. (FILMAFFINITY)

TRÁILER




CRÍTICA 1: 

Tae-suk (Jae Hee) se gana la vida repartiendo publicidad culinaria que deja colocada en las puertas de los distintos vecindarios a los que se dirige. Esta rutina le enseña que los pasquines que no son recogidos, son indicativos de la ausencia del hogar del inquilino y con ello la posibilidad de alojarse alguna jornada en su interior. Pero Tae-suk no es un allanador de moradas cualquiera, sus incursiones tienen algo de particular. En una de esas irrupciones tropieza con Sun-hwa (Lee Seung-yeon), que está viviendo su propio infierno…


Aunque el coreano Kim Ki-duk lleva haciendo películas desde el año 1996, por estos pagos hemos empezado a conocerle hace relativamente muy poco. Primero con “Primavera, verano, otoño, invierno.y primavera” (2003), después con “Samaritan Girl” (2004) con la que ganó el Oso de Plata en Berlín, y ahora se estrena en nuestras pantallas la también premiada en Valladolid y Venecia, “Hierro 3”.

Para aquellos poco duchos en la práctica deportiva, aclarar que el título no tiene connotaciones ganaderas, sino que se trata de uno de los palos de golf que todo jugador avezado debería llevar en su bolsa. Precisamente ese palo le servirá a nuestro protagonista para ejecutar algunos golpes certeros fuera del recinto de juego (y que no serán para lanzar la bola a larga distancia, que es para lo que sirve el instrumento de marras).

Kim Ki-duk en “Hierro 3” nos hace una propuesta original, tanto en el fondo como en la forma. Partiendo de un brillante guión, en el que resalta el mutismo de los amantes y un fino sentido del humor, nos presenta un relato soberbio en el que combinando la infracción legal y reconvención moral que supone la invasión de la intimidad, finaliza con una concluyente absolución del inculpado por la excepcionalidad que supone su comportamiento legítimo.

Justamente en el epílogo, Kim Ki-duk nos inserta una frase calderoniana donde las haya (“Es difícil saber si el mundo en que vivimos es sueño o realidad”), dejando sembrada la duda respecto a si realmente hemos asistido a una narración cierta, o bien es fruto de un episodio onírico de alguno de los personajes creados por su magín, como igualmente pudiera suceder en “La mujer del cuadro” (1944) de Fritz Lang, o en la más cercana, “Mulholland Drive” (2001) de David Lynch.

Alberto Alcázar (alohacriticon.com)


CRÍTICA 2:



Tae-Suk es un okupa poco convencional. se instala en casas temporalmente deshabitadas, nunca roba ni rompe nada y encuentra una manera de pagar su estancia lavando la ropa sucia que encuentra y arreglando cacharros estropeados. Un dia decide ocupar una casa en cuyo jardín hay una zona preparada para jugar al golf, y allí es descubierto por Sunhwa, una joven a la que su marido maltrata. Desde entonces, unidos por las circunstancias, los caminos de Tae-Suk y Sunhwa se convertierán en uno solo.

Pocas veces una imagen vale más que mil palabras, y aun en menos ocasiones el silencio cobra entidad propia como lo hace en esta película, en la que realidad y sueño se entrelazan de tal manera que se hace imposible para el espectador separarlos. Partiendo de una premisa original y singular, pero aún realista, el director de “La Isla” y de “Primavera, verano, otoño y… primavera” vuelve a sorprender con una fábula sobre la soledad y sobre como la soledad puede desaparecer si es compartida, una historia surrealista y mágica en la que lo de menos es lo que ocurre o no ocurre en realidad. Sin evitar caer en los brazos de lo absurdo, Kim Ki Duk pide al espectador que imagine, que le ayude a reconstruir aquellas partes del film que se ocultan al espectador o incluso aquellas que a priori carecen de sentido, y así, consigue algo que sólo es posible en el mundo del séptimo arte, una plena identificación con dos personajes marginales, asociales y silenciosos. ¿Cuando antes un protagonista, sin ser específicamente mudo, puede pasar los 95 minutos de metraje sin decir una palabra? ¿Cuando antes el prototipo de antihéroe, ajeno a las exigencias de la sociedad actual, puede resultar tan atrayente?

En resumen, con esa sensibilidad oriental que aún nos es, desgraciadamente, lejana y ajena, “Hierro 3” se convierte en la confirmación de su autor como uno de los grandes cineastas asiáticos del momento y se revela como una pequeña joya, una auténtica obra de arte.

Eva Pesquera (alohacriticon.com)


CRÍTICA 3: 'Hierro 3', amor fascinante.


Tenía bastante miedo de ver esta película, ya que de Kim Ki Duk había visto 'Primavera, Verano, Otoño, Invierno, Primavera...' y no me había gustado. Además, aquí, en la redacción de Blogdecine (...), hay mucho defensor de este film, y también entre los lectores, por lo que he podido leer en algunos de los comentarios que dejais. Asi que esta vez dejad vuestras armas, enfundad vuestros cuchillos, y dejad los insultos para otra ocasión, porque 'Hierro 3' me ha gustado, aunque no me parece esa gran película que muchos dicen que es.

El punto de arranque es ciertamente interesante. Tae-Suk es un joven que se dedica a entrar en casas o pisos, cuyos dueños están ausentes, y hacer vida normal en ellas: ducharse, comer, ver la tele, dormir, lavar la ropa. En una de eas "incursiones" conocerá a una mujer maltratada por su marido. Ambos se sentirán atraídos el uno por el otro, y ella decide sumarse a la extraña afición de él. Hasta que un día... Bueno, los que la habeis visto, ya sabeis de lo que hablo, y los que no, pues tendreis que verla.

Realmente estamos ante una de esas historias de amor universales, en el sentido clásico del término. O sea, hombre y mujer pertenecientes a distintos mundos, se enamoran. Tienen enormes dificultades para estar juntos, sea por lo que sea. En la mayoría de los casos es porque uno de los dos está casado, o prometido, o los dos lo están. Al final, pueden suceder dos cosas, o acaban juntos, o uno de los dos muere y se jodió el asunto.

Dicho de esta forma tan vulgar, puede hacer pensar que las grandes historia de amor que nos ha brindado el séptimo arte, son poca cosa. Sin embargo, su tratamiento, es lo que las hace distintas entre sí, y grandes... o pequeñas. Todas dicen "te quiero", pero unas lo dicen mejor que otras. 'Hierro 3' destaca sobre todo por su originalísima forma de tratar un tema tan manido. Y abordar con valentía una historia de amor tan fascinante como la que aquí se cuenta. Una relación basada en el silencio y que, quizá lo único que vale la pena decir es "te amo", ya que con los hechos se dice todo lo demás. Esos silencios entre los protagonistas es uno de los aciertos de la película, aunque a más de uno, con pensamientos excesivamente occidentales, eso le pueda poner nervioso.

Kim Ki Duk se muestra seguro en la realización, a pesar de que hay algún altibajo, y luego comete el pequeño error de centrarse más en el personaje masculino, mucho más interesante que el femenino. De este último queremos saber más, y eso no ocurre nunca. Puede que no sea necesario, pero creo que el film se desequilibra un poco por eso.

Los actores que hacen ambos papeles, Seung-yeon Lee y Hyun-kyoon Lee, están bastante bien, y se compenetran a la perfección, a parte de transmitir excelentemente la evolución de sus personajes. Una evolución que alcanza su máximo punto en la parte final de la película. Ahí es donde el director derrocha toda su fuerza creadora, ofreciendo momentos mágicos y únicos, de un enorme poder magnético. Pocas películas terminan como ésta, con un plano tan atrevido, significativo, y precioso.

Como punto negativo, indicaría que el film abusa del recurso metafórico. Lo hace en todo momento, y a veces sobrepasa los límites, como cierto incidente que ocurre con una pelota de golf, que a pesar de la sopresa, resulta reiterativo e incluso sobra.

No obstante, una buena película, para saborearla y disfrutarla, dejándose llevar y que, sin lugar a dudas, ganará con el tiempo, ese gran enemigo, y también amigo, del Cine.

Alberto Abuín (espinof.com)

miércoles, 15 de enero de 2020

Incendies (2010)

CURSO 2019-2020. SESIÓN 3

Título original: Incendies.
Fecha de emisión: 24 de enero, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.


SINOPSIS

Jeanne y Simon Marwan son dos gemelos que viven en Canadá cuya madre Nawal, tras pasar sus últimos días sin hablar, acaba de fallecer. En el acto de apertura del testamento, el notario les da dos cartas que deben ser entregadas a un padre al que creían muerto y a un hermano cuya existencia desconocían. Jeanne decide entonces emprender un viaje al Líbano para intentar localizarlos y encontrar respuestas a su existencia, pero Simon no quiere saber nada del tema... Basada en una obra de teatro de Wajdi Mouawad. (FILMAFFINITY)

TRÁILER



CRÍTICA 1: 


Reciente el estreno de 'Prisioneros' ('Prisoners', Denis Villeneuve, 2013), película a la que es fácil augurarle alguna que otra nominación en la próxima edición de los Oscars, me ha parecido oportuno rescatar su anterior trabajo, 'Incendies' (id, 2010), que tuvo una muy merecida nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa en la edición celebrada en el 2012, premio arrebatado por 'En un mundo mejor' ('Haeven', Susanne Bier, 2010). Dejando a un lado la absurda discusión sobre qué película merecía el citado premio, lo cierto es que el nombre de Villeneuve es de los que vamos a tener en cuenta a partir de ahora, uno de esos realizadores que afortunadamente no se dejan llevar por la moda imperante en el cine actual: narrar deprisa y corriendo.

Las historias que pone en imágenes Villeneuve son para disfrutar con su tempo, lentamente y a la vez con una gran intensidad debido al detallismo del canadiense en su dirección. Historias densas que encuentran su razón de ser en un trabajo lleno de mimo por lo que se está narrando, en una armoniosa conjunción entre lo que se narra y cómo se narra logrando ese milagro tan discutido de la forma es el fondo. En el caso que hoy nos ocupa hablamos de una historia pequeña que mirada en un contexto mayor habla de algo tan evidente como el horror de la guerra y los enfrentamientos entre pueblos por ideas políticas y sobre todo religiosas. Y cómo no, sobre las terribles consecuencias de estar metido entre todo eso, y también sobre el difícil acto de entender y a partir de ahí perdonar o no. Un tema crudo y difícil que Villeneuve logra hacer comprender como algo sencillo. Una película demoledora, dolorosa en cada uno de sus muy calculados pasos.



(From here to the end, Spoilers) 'Incendies' da comienzo con la reunión de dos hermanos, Jeanne (Mélissa Désormeaux-Poulin) y Simon (Maxim Gaudette) con el notario de la madre de ambos, Nawal (Lubna Azabal), en la lectura del testamento de la misma. Nawal ha fallecido dejando un sorprendente legado en forma de último deseo hacia sus hijos, deben encontrar a un hermano del que nunca han oído hablar y a un padre que jamás han conocido. Ambos deberán perderse en el intrincado Oriente Medio, aún con las secuelas del enfrentamiento entre musulmanes y cristianos, para un encargo no demasiado bien recibido por Simon. Un viaje lleno de dolorosas revelaciones que poco a poco irán desvelándose hasta una conclusión que deja sin aliento, y en el que el recuerdo de su madre como "la mujer que canta" aún sigue dejando huella, con todo lo bueno y lo malo que ello tiene. El recuerdo de la guerra y sus víctimas, algo tan delicado y aterrador como la experiencia en sí misma.

La película fluye como si se tratase de una ecuación matemática, uno de los aspectos más inteligentes del conciso guión, para unos hijos más sorprendidos que nunca con el hecho de conocer quién fue realmente su madre. ¿Hacia dónde les llevará un viaje que no han pedido hacer? ¿Qué terrible secreto ha ocultado su madre durante tantos años y que le ha llevado a un estado casi catatónico? ¿Serán capaces de comprender lo que les espera? Todas esas preguntas y algunas más irán desvelándose en una película que utiliza las elipsis de forma magistral, al tener que llenar el espectador los huecos de lo "no mostrado" en un ejercicio que en apariencia puede resultar algo caprichoso, pero que Villeneuve hace comulgar lo escrito en su propio guión, partiendo de la obra teatral de Wajdi Mouawad, con lo que sus imágenes nos muestran. Para ello echa mano de cuidados planos secuencia y un ritmo cadencioso que jamás cae en la lentitud, al contrario, cuando uno se da cuenta la película ha pasado como un suspiro, y hablamos de dos horas y cuarto.


'Incendies' está llena de instantes muy duros —sin ir más lejos el de la primera imagen, doloroso hasta decir basta y que muestra sin miramientos las crueldades cometidas en nombre de la religión, en nombre de un dios que hace tiempo murió de vergüenza—, y aunque camina por el espinoso terreno de la ideología Villeneuve no condena a sus personajes, muestra las razones, las dudas, de todos a través del paso del tiempo que convierte al enemigo en amigo o vecino y a éste en eterno adversario movido por los prejuicios o la tradición de un pueblo al que la palabra sufrimiento le queda corta. No hay justificación en algunos de los demoledores actos de alguno de los personajes que pueblan 'Incendies', sobre todo el de cierto torturador, clave en la historia, están las circunstancias, atroces, y los bandos que uno elige en tiempos de guerra con las consabidas consecuencias.

Como toda ecuación matemática las incógnitas se despejan y la solución llega en forma de suma inesperada como un golpe directo a las entrañas en un aparentemente rocambolesco giro final que en realidad siempre ha estado delante de nuestras narices, oculto como un secreto tapado por el transcurrir de los años, losas en el alma de una mujer que creía en lo que hacía y cuyo único legado es un amor que no pudo obtener en vida de una forma digna. Un amor que nace del entendimiento. No se habla de perdón, no se habla de olvidar, sino de entender, de comprender. Y de saber de dónde viene cada uno, de la identidad.

Villeneuve volvería a hablar sobre la familia en su debut estadounidense, volviendo a utilizar al grupo Radiohead, que personalmente no me gustan, de forma muy sabia. Pronto hablaremos de ello.

Alberto Abuín (espinof.com)

CRÍTICA 2: Hijos de la ira.

El principio de la última película de Denis Villeneuve es prometedor. Al compás de la hipnótica y oscura canción de Radiohead dedicada a Tony Blair, You and whose army, vemos a unos niños amontonados en un habitáculo gris, mientras que unos adultos les van rapando la cabeza. El final de la secuencia se nos queda grabado en la mente, gracias a una perfecta sintonía con la modulación rítmica de la canción, mediante una cámara que se va aproximando con un zoom a la cara del niño al que están afeitando en ese momento, para dejarnos en un primerísimo primer plano su mirada desafiante a cámara, y por ende, a nosotros los espectadores.


Promesas cumplidas, porque Incendies es una película potente y vigorosa, tal como es la determinación y fuerza de Nawal Marwan (impresionante Lubna Azabal), mujer libanesa con un tortuoso pasado, solo desvelado una vez que ella fallece. De la misma manera que la desgarradora You and whose army -patrón sombrío que dictará las evocaciones sonoras del film-, pertenece al disco gemelo Amnesiac, las huellas de Nawal deberán volver a pisarse por sus dos hijos mellizos. A ellos les requiere que finalicen los compromisos que ella no pudo a llevar a cabo. A tal efecto, les encomienda que entreguen dos cartas. Una para un padre y la otra para un hermano. La consternación se hace patente en cuanto la identidad se quiebra, al ser conocedores de que su progenitor no está muerto tal como les hizo creer, sino que además, tienen un hermano. Desarticulado el presente de Jeanne y Simon Marwan, el realizador, de forma magistral, nos conducirá por un trenzado de tiempos que se enroscan como una hiedra a la pared. El pasado fluirá en una interconexión que nos llevará a la guerra civil libanesa, para situarnos en el sur del país, abriendo fuego en el contexto de las recíprocas masacres de finales de los 70 entre las comunidades cristianas y musulmanas. La lógica de los señores de la guerra aplasta con pasos furiosos a una población sumida en un polvorín de desconcierto, de infamias, ultrajes en nombre de la religión y de animadversión entre hermanos. En ese sentido, la historia personal de Nawal se erige en una parábola de la historia de un país. Esos secretos que poco se van desmadejando sobre la figura de una mujer combativa sirven como lectura de una población dividida en unas férreas convicciones religiosas, en un espacio fuera de quicio.


El guión férreo y compacto, que parte de una obra teatral de Wajdi Mouawad (toda una lección de adaptación en cuanto resulta harto complicado rastrear su origen escénico), funciona en varias capas de células yuxtapuestas que se adhieren virtuosamente en una sola. Lo sentimental e íntimo aparece perfectamente canalizado. Incendies cimbra la aspereza y sequedad cabal de la violencia junto con una emoción instrumentalizada y mesurada para dotar de profunda intensidad a la catarsis. Es como se erigen en una membrana delicuescente que absorbe de forma centrípeta los aspectos exógenos, contextuales y políticos, los cuales determinan la figura fantasmática que los hijos deben reconstruir. Así se justifican esos planos generales de un presumible Beirut o esos breves tiempos muertos acompañados de música  para conformar una precisa atmósfera lacerante. Por ello es muy reseñable la perfecta sinergia entre los momentos cumbres de la trayectoria de Nawal, en correspondencia con los vértices del dispositivo narrativo cinematográfico. Valga como ejemplo la secuencia de la masacre del autobús, segmento que da nombre al film. No solo determina un punto fundamental en el viraje del personaje hacia la acción violenta, sino que además el espectador lo recordará como una de las cúspides del film. La importancia diegética en los mismos términos espectatoriales. Por todo ello, creo que hay que ser muy cínico para desdeñar el film como si fuese un vulgar culebrón con ambientación bélica.


La teleología de la historia nos lleva preservar con respeto la revelación final y uno siente la imperiosa obligación moral de no desvelar detalles de una trama muy enraizada en una tragedia griega. Porque todos los caminos dispuestos convergen en uno solo. De los hijos dependerá romper el hilo de la ira. Alejados y distantes en el momento que su madre fallece, especialmente un Simón muy resentido, finalmente se verán purificados. Una piscina como espacio de agua, presente en diversos momentos del film, actuará como símbolo cardinal del profundo abismo que se ha abierto en ciernes y que les llevará a conocer a una mujer que tomó un camino equivocado, desde el momento que le pasó lo peor que le puede pasar a una madre. Le sesgaron el amor y su vida fue una búsqueda constante. La mujer que canta alcanza el lugar del mito en una genealogía de violencia y furia. Ese viaje iniciático que les llevará a lo más profundo de su ser es el grabado de un coraje, el de Nawal, legándonos una conmovedora película que se alza como una de las mejores que he visto en este año.

Manu Argüelles (elespectadorimaginario.com)

jueves, 5 de diciembre de 2019

Buscando un beso a medianoche (2007)

CURSO 2019-2020. SESIÓN 2

Título original: In Search of a Midnight Kiss.
Fecha de emisión: 13 de diciembre, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.



SINOPSIS

Wilson tiene 29 años y ha llegado a Los Ángeles con la intención de olvidar sus desgracias: ha roto con su novia, su coche lo dejó tirado en Arizona y, además, le robaron el ordenador con varios guiones en los que estaba trabajando. Sin planes de ninguna clase, se encuentra con Jacob, su mejor amigo, que le recomienda publicar un anuncio personal en la sección de contactos de Craig’s List: “Misántropo desearía conocer a misántropa”. Así comienza la historia de Wilson y Vivian. Ella también es de Texas. Llegó a Los Ángeles para convertirse en actriz y acaba de abandonar a su novio. Juntos vivirán las últimas horas de un año que termina y las primeras de una historia que comienza.

TRÁILER



CRÍTICA: Huyendo de la soledad.

Desde que se instaló en la ciudad de Los Ángeles, al pobre Wilson todo le ha ido mal. Llegó allí con la intención de olvidar la traumática ruptura que tuvo con su novia. La calma que buscaba se tornó en una espiral de desventuras entre las que encontramos el robo de su ordenador portátil, en el que almacenaba varios guiones en los que estaba trabajando. Después de un embarazoso capítulo concerniendo a la novia de su mejor amigo, el joven escritor decide cambiar el rumbo de los eventos poniendo un anuncio personal en una página web. El mensaje: “Misántropo busca a misántropa”. De este modo va a conocer a la alocada Vivian, y a la vez va a dar comienzo una surrealista odisea por las calles de la metrópolis para buscar el ansiado beso a medianoche.

A parte del terror no creo que haya algún otro género cinematográfico tan herido como el romántico. Son demasiados los títulos que durante estos últimos años se han encargado de dilapidar la credibilidad de este tipo de filmes. La razón es comprensible y de hecho la raíz del mal es la misma que con las películas presuntamente terroríficas. Para asustar al respetable no hay más que subir el volumen en un momento dado de los chillidos de la jovenzuela de turno. Fácil. Y para encandilar al público no hay más que hacer que dos caras bonitas se besen. Muy fácil, y así se olvidan todos los males. No obstante, las grandes productoras, aplicando la ley del mínimo esfuerzo, han llevado esta fórmula hasta la saciedad, convirtiendo la mayoría de sus productos en una cadena de excusas que nos llevan al susodicho beso. Demasiado pobre.

Precisamente de grandes productoras y de besos quisiera hablar, porque la responsabilidad de rescatar a tan moribundo género ha recaído en una película genuinamente independiente. Así nos alejamos de los altos presupuestos (no hace falta ser muy listo para darse cuenta que la película ha sido hecha con escasísimos medios). No hay pues una excelente fotografía, ni un gran maquillaje, ni caras conocidas. Tras ‘Entre copas’, ‘Pequeña Miss Sunshine’ y ‘Juno’, esta vez no tenía aún demasiado claro qué filme sería coronado como la “joya indie del año”. Pero de repente apareció  ‘Buscando un beso a medianoche’. Una película que precisamente por la falta de recursos económicos antes comentada, ha visto en la rica inventiva de su autor (Alex Holdridge) su principal punto de apoyo.

He aquí un filme que nos recuerda la importancia de tener un buen guión. Para hacernos a la idea, es un filme que bebe mucho de Richard Linklater y su estupenda ‘Antes del amanecer’. Muy difícil es hacer que dos personajes ocupen la práctica totalidad de todo el metraje. Para ello son fundamentales unos diálogos ágiles e ingeniosos, y precisamente de esto ‘Buscando un beso a medianoche’ va sobrada. Si además le añadimos una pizca del mejor Kevin Smith (la estética casi obligada y la desternillante situación inicial recuerdan inevitablemente a aquella otra joya titulada ‘Clerks’), la diversión está asegurada. Por su parte, la pareja protagonista formada por Scoot McNairy y Sara Simmonds ofrecen un gran trabajo de interpretación y siguen a la perfección la evolución en sentido inverso de sus personajes.

Una evolución que se da a través de las calles de Los Ángeles (excelentes localizaciones y muy buena recopilación musical, todo sea dicho) que es una pieza clave para encariñarnos con estas almas en pena llamadas Wilson y Vivian. Al principio ella se muestra agresiva, pero sus debilidades van aflorando a medida que se acerca la medianoche. En cambio él va venciendo sus dudas y temores iniciales hasta mostrarse como una persona madura y responsable. En esencia es algo que ya hemos visto antes infinitas veces. La diferencia es la naturalidad que destila el filme, que logra lo más difícil: acercar a dos polos opuestos en el lapso temporal ficticio de una sola noche y sobretodo consigue que nos lo creamos. Acertada decisión la de alejarse de los -odiosos- convencionalismos del género, de este modo parece que por fin estamos antes un producto nuevo, y además es descaradamente inteligente.

Una película además ideal para estas fechas. Así lo deja claro la frase que cita Holdridge al principio de todo: “entre el 25 de diciembre y el 1 de enero, la gente inscrita en Match.com, MySpace y CraigList aumenta en un trescientos por ciento”. Aguda declaración de intenciones, porque más que buscar al amor de su vida o más que intentar olvidar su antigua relación, lo que quieren nuestros protagonistas es no quedarse solos en tan señaladas fechas. El amor, esta palabra tan banalizada actualmente, finalmente queda en segundo plano. Otro acierto para esta entretenidísima tragicomedia que entra con tremenda facilidad y que además, se queda en nuestras memorias.

(elseptimoarte.net)


domingo, 6 de octubre de 2019

Manchester frente al mar (2016)

CURSO 2019-2020. SESIÓN 1

Título original: Manchester by the sea.
Fecha de emisión: 18 de octubre, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.


SINOPSIS

Lee Chandler (Casey Affleck) es un solitario encargado de mantenimiento de edificios de Boston que se ve obligado a regresar a su pequeño pueblo natal tras enterarse de que su hermano Joe ha fallecido. Allí se encuentra con su sobrino de 16 años, del que tendrá que hacerse cargo. De pronto, Lee se verá obligado a enfrentarse a un pasado trágico que le llevó a separarse de su esposa Randi (Michelle Williams) y de la comunidad en la que nació y creció. (FILMAFFINITY)


TRÁILER



CRÍTICA 1: La insoportable carga de vivir con el peso de la culpa.

Hay cosas en la vida que son difíciles de superar. El dolor que nos causa la pérdida de un ser querido es indescriptible, casi imposible de materializar en palabras. El cineasta Kenneth Lonergan, autor de las apreciables Puedes contar conmigo (2000) y Margaret (2011), es especialista en contar historias de seres perdidos en traumas del pasado. Con Manchester frente al mar ha querido bucear de nuevo en las entrañas de un relato de gran carga dramática escribiendo y dirigiendo este largometraje nominado a seis premios Oscar.

Si en su primera obra explicaba la complicada reconciliación entre dos hermanos y en la segunda se centraba en una joven (Anna Paquin) que se culpabilizaba de la muerte de una transeúnte en un accidente de autobús, en su último trabajo la tragedia lo inunda todo. Así de claro. Y es que estamos ante una propuesta embriagada de una angustia que prácticamente no te deja reaccionar. Cada fotograma exhala una profunda sensación de vacío, de esas que torturan el alma hasta lo más profundo.


El sufrimiento que acarrea nuestro protagonista no se alivia con nada. No hay perdón ni castigo que logren cambiar ese rictus de desasosiego permanente que pasea a lo largo del filme. Lee Chandler (Casey Affleck) es un hombre cercano a los cuarenta que trabaja realizando tareas de mantenimiento en cuatro edificios de Boston. Le vemos arreglando duchas, grifos atascados, sacando la basura o vaciando de nieve las entradas de los portales. Es de pocas palabras y se mantiene distante con los clientes. Eso sí, por las noches ahoga sus penas en alcohol en el bar de turno y si alguien le mira mal no duda en propinarle un puñetazo por las buenas. Es un tipo misterioso que sin duda alberga un pasado oscuro. 

Hay cosas en la vida que son difíciles de superar. El dolor que nos causa la pérdida de un ser querido es indescriptible, casi imposible de materializar en palabras. El cineasta Kenneth Lonergan, autor de las apreciables Puedes contar conmigo (2000) y Margaret (2011), es especialista en contar historias de seres perdidos en traumas del pasado. Con Manchester frente al mar ha querido bucear de nuevo en las entrañas de un relato de gran carga dramática escribiendo y dirigiendo este largometraje nominado a seis premios Oscar.

Si en su primera obra explicaba la complicada reconciliación entre dos hermanos y en la segunda se centraba en una joven (Anna Paquin) que se culpabilizaba de la muerte de una transeúnte en un accidente de autobús, en su último trabajo la tragedia lo inunda todo. Así de claro. Y es que estamos ante una propuesta embriagada de una angustia que prácticamente no te deja reaccionar. Cada fotograma exhala una profunda sensación de vacío, de esas que torturan el alma hasta lo más profundo.
   
El sufrimiento que acarrea nuestro protagonista no se alivia con nada. No hay perdón ni castigo que logren cambiar ese rictus de desasosiego permanente que pasea a lo largo del filme. Lee Chandler (Casey Affleck) es un hombre cercano a los cuarenta que trabaja realizando tareas de mantenimiento en cuatro edificios de Boston. Le vemos arreglando duchas, grifos atascados, sacando la basura o vaciando de nieve las entradas de los portales. Es de pocas palabras y se mantiene distante con los clientes. Eso sí, por las noches ahoga sus penas en alcohol en el bar de turno y si alguien le mira mal no duda en propinarle un puñetazo por las buenas. Es un tipo misterioso que sin duda alberga un pasado oscuro. 

Una llamada de teléfono le avisa de la repentina muerte de su hermano mayor. En la hora y media de trayecto en coche que separa Boston de la localidad pesquera de Manchester by the sea, Lee tiene tiempo de hacer un repaso a aquellos años en los que compartía salidas en barco con el fallecido y contaba chistes sobre tiburones a su sobrino pequeño. Recuerdos que el director nos sirve en forma de flashbacks continuos y que nos trasladan a una época en la que el protagonista exhibía alguna que otra sonrisa. Pero hablamos del pasado.

El regreso de Lee a su pueblo es recibido con incertidumbre, con abrazos secos y miradas huidizas. Ahora tiene que hacerse cargo de la burocracia que conlleva organizar el funeral y de las últimas voluntades de su hermano. La sorpresa viene cuando el notario le lee una carta en la que el difunto dejó por escrito que quería que Lee fuese el tutor de su hijo adolescente. El reencuentro entre tío y sobrino se torna agridulce y forzado. Llevan tiempo sin hablar y a Lee no le hace ni pizca de gracia tener a nadie a su cargo. Patrick, de 16 años, quiere quedarse en su barrio de toda la vida. Allí tiene sus amigos y amigas, a su equipo de hockey sobre hielo y su grupo de música.

En este microcosmos repleto de figuras masculinas que representa Lonnergan, la mirada femenina la pone una excelente Michelle Williams, que encarna a la exmujer de Lee. Aparece en pocas escenas, pero su interpretación de una mujer rota de dolor por dentro que intenta rehacer su vida es de las que no se olvidan. A través de los flashbacks observamos a la pareja en sus mejores momentos. Parecían una familia más o menos feliz. ¿Qué pasó entonces para que todo se viniera abajo?

El director va desgranando la secuencia reveladora con paciencia, dejando que el espectador se vaya haciendo una idea de lo que vendrá a continuación. Acompañada de una música barroca, ese crucial y demoledor instante es de los que deja a una helada en la butaca, tanto como el paisaje invernal que azota ese tranquilo pueblo de la costa norte de Massachusetts. Es imposible escuchar nada más que el clamor de un horror en mayúsculas.

Se trata de una producción que no es fácil de digerir y deja al espectador con una sensación de tristeza y rabia. Lonnergan traza un guión crudo con una narración bien estructurada, sin opción para la acción y con unos personajes incapaces de comunicarse, por mucho que lo intenten. Y en este caos de sentimientos encontrados brilla con fuerza Casey Affleck, que se perfila como ganador del Oscar al mejor actor por un papel que estaba destinado en un principio a Matt Damon. 


Los problemas de agenda del intérprete de Jason Bourne brindaron la oportunidad de lucir todo tipo de gestos de desconsuelo al hermano pequeño de Ben Affleck, que ve cada vez más cerca su ingreso en el star system de Hollywood. Y eso que su nombre se vio salpicado en un caso de acoso sexual del que fue acusado hace unos años, pero parece que no le va a pasar factura a la hora de hacerse con el premio (con permiso de Denzel Washington).

Da la impresión de que en Manchester frente al mar no hay opción a pasar página, que los pecados del pasado estarán ahí siempre presentes, en forma de pesadilla recurrente, para sacudir nuestras conciencias y no dejarnos vivir en paz, por mucho que los demás nos perdonen. La huida hacia ninguna parte que emprende Lee no le salva de convertirse en una especie de zombi que va deambulando sin rumbo fijo, intentando sobrevivir bajo una insoportable carga de culpa. Y lo más trágico de todo es que no espera redención alguna. 

Astrid Meseguer (lavanguardia.com)


Crítica 2: Desgarradora y magnífica.

Cuando se anunciaron las nominaciones a los Oscar tuve claro que algo muy raro tenía que pasar para que ‘La llegada’ (‘Arrival’) no fuese la cinta que iba a estar deseando que ganase cuando se entregasen las preciadas estatuillas. A fin de cuentas es la primera película que me parece una obra maestra en más de una década y sería muy extraño que justo entre las ocho aspirantes hubiera otra.

Desde entonces he visto el resto de candidatas que tenía pendientes y me sigo quedando con el film dirigido por Denis Villeneuve, pero hay otro título que se ha acercado a ella mucho más de lo que esperaba. Se trata de ‘Manchester frente al mar’ (‘Manchester By The Sea’), el nuevo trabajo de Kenneth Lonergan que cuece todo a fuego lento para ofrecernos una propuesta tan magnífica como desgarradora que te deja tocado una vez acaba su visionado.


He escuchado algunas comparaciones entre el estilo propio de algunos malos telefilms de sobremesa y el empleado por Lonergan a la hora de abordar la historia de Lee Chandler, un personaje que parece habitar este mundo sin un motivo más que el hecho de seguir respirando y que a partir de esa situación recibe nuevos golpes de la vida sin que en ningún momento logre dejar atrás uno que cambió su existencia para siempre.

Es cierto que Lonergan evita cualquier tipo de lucimiento, prefiriendo apostar por una puesta en escena sencilla y sosegada que deje al espectador descubrir poco a poco cuál es la situación exacta del protagonista y cómo va lidiando con ella, algo que él mismo desarrolla con maestría desde el guion. La fuerte presencia del drama es lo otro que invita a pensar en una especie de descalificación televisiva cuando en realidad no comparten nada. Aquí lo que prima no es regodearse en las miserias, sino mostrarlas.


De hecho, Lonergan expone la situación de tal forma que incluso hay espacio para una presencia mucho más destacada del humor, a veces negro y otras una consecuencia de cómo lidian los personajes con la delicada situación. Eso sí, nunca está especialmente remarcado, lo cual hace que su presencia sea más llamativa, pero cumple con holgura su función de destensar un poco un relato que se va metiendo poco a poco dentro de ti hasta quizá no asimilar como tuyo el dolor de Lee, pero sí ponerte con facilidad en su estado.

Otra clave para ello es lo bien que se suministra la información que recibe el espectador, tanto en la línea temporal actual como en los cuidados saltos atrás en el tiempo. A fin de cuentas ese pasado ha sido decisivo para lo que es ahora Lee y también para entender sus dificultades para aceptar una situación totalmente inesperada. Habrá quien califique a ‘Manchester frente al mar’ de lenta como algo negativo cuando en este caso era simplemente el tempo que demandaba la historia.


Eso es algo que también afecta al tratamiento de los personajes, ya que estamos en una película con un protagonista omnipresente y que hasta cierto punto se define más por lo que le ha pasado con esos otros personajes que por sus acciones. La cuestión es que todos ellos cumplen esa función y en algún caso -pienso sobre todo en un muy solvente Kyle Chandler, y en, como es habitual en ella, una estupenda Michelle Williams- puede dar la sensación de que había más historia por contar. 

Sin duda la hay -y es un detalle que, pese a todo, se deja notar-, pero no es la de Lee y en ese aspecto creo que ‘Manchester frente al mar’ es irreprochable, ya que logra darles a todos ellos entidad -en algunos casos más que en otros, claro está- sin descuidar nunca cuál es su función principal. Sorprende especialmente la buena dinámica que se establece entre Casey Affleck y Lucas Hedges, quien ha logrado una merecidísima nominación al Oscar por dar vida a Patrick, el sobrino del protagonista.


Sin embargo, la auténtica clave es que todo está al servicio de Affleck sin dar la sensación de que sea para su lucimiento personal, ya que aquí echa mano de una envidiable contención para mostrar su vacío interior y la va modulando de forma impecable a medida que lucha interiormente con su nueva situación. Sentimos literalmente su dolor y a ello también aporta muchísimo todos los que le rodean, pero sin caer nunca en los excesos melodramáticos en los que tienden a caer este tipo de relatos, teniendo además espacio para mostrar otra cara diferente durante los flashbacks.

Todo ello rodeado con un clima de normalidad alterada que aporta Lonergan desde la puesta en escena y que refuerzan otros aspectos como la banda sonora de Lesley Barber. Hay una peculiar belleza en ese paisaje repleto de dolor que termina de darle ese toque especial que ayuda a que conectemos con ella y a dejarnos con el nudo en la garganta durante bastante tiempo tras llegar a su fin sus algo más de dos horas de metraje.

En definitiva, ‘Manchester frente al mar’ es una película sobresaliente, un drama muy poderoso en el que también hay cierto espacio para el humor y donde sus actores realizan un trabajo impresionante, en especial un Casey Affleck que dudo que jamás vaya a estar mejor que aquí. Con todo, no le llega para ser la mejor de las aspirantes al Oscar de este año, pero sí para ocupar un muy merecido segundo lugar.

Jorge Loser (espinof.com)

domingo, 2 de junio de 2019

Shutter Island (2010)

CURSO 2018-2019. SESIÓN 9

Título original: Shutter Island.
Fecha de emisión: 21 de junio, a las 17:00 horas.
Lugar: Salón de actos del I.E.S. Cándido Marante Expósito.
Entrada gratuita. Proyección exclusiva para los miembros del I.E.S. Cándido Marante Expósito. Largometraje expuesto en VO con subtítulos en español.
Presentación a cargo de Roberto A. Cabrera.




SINOPSIS

En el verano de 1954, los agentes judiciales Teddy Daniels (DiCaprio) y Chuck Aule (Ruffalo) son destinados a una remota isla del puerto de Boston para investigar la desaparición de una peligrosa asesina (Mortimer) que estaba recluida en el hospital psiquiátrico Ashecliffe, un centro penitenciario para criminales perturbados dirigido por el siniestro doctor John Cawley (Kingsley). Pronto descubrirán que el centro guarda muchos secretos y que la isla esconde algo más peligroso que los pacientes. Thriller psicológico basado en la novela homónima de Dennis Lehane (autor de "Mystic River" y "Gone Baby Gone").


TRÁILER



CRÍTICA 1: En el laberinto de la culpa.

«Shutter Island» tiene un guión barroco y complicado, como el laberinto de las mentes desquiciadas de sus protagonistas. Entretenimiento y suspense asegurados para una historia de culpa y locura con un gran DiCaprio.

Nos vamos a los años cincuenta americanos para revivir el drama de un veterano de guerra, y también el tormento de un hombre que ha perdido a su mujer. Por la escena de «Shutter Island», Martin Scorsese hace aparecer fantasmas interiores y exteriores en un entorno de misterio donde el protagonista vive aislado, solo con su pasado y en lucha con su conciencia, en continua tensión por lo que considera una conspiración política de altos vuelos. Él, Teddy Daniels, es un agente judicial que llega al psiquiátrico para criminales de Shutter Island con la misión de encontrar a una paciente que se ha fugado, pero tiene otros objetivos personales, entre la venganza y la búsqueda de la verdad. Miradas inquietantes y ambiguas de enfermos y del personal del centro, un recibimiento frío y una situación enigmática en torno a la mencionada desaparición, una guerra de escuelas psiquiátricas, los nazis en la recámara y unas cuantas historias clínicas de lo más espeluznantes.


Y todo lo anterior con una música que carga el opresivo ambiente de tensión creciente —aunque quizá de manera excesivamente incisiva—, con efectos de sonido de tormentas apocalípticas que nos introducen en el mundo irracional de unas mentes dañadas, con una planificación dramática de fuertes contrapicados y claroscuros góticos, con una puesta en escena llena de interrogantes y misterios… salpicada a su vez por secuencias oníricas o breves flashbacks de difícil interpretación. Desde el inicio, Scorsese juega sus cartas y lo hace bien, guardando más de una en la manga para acabar obligando al espectador a cuestionar las apariencias, para dudar de unos y otros… y hasta de uno mismo.


Construye un guión barroco y complicado como el laberinto de esas mentes desquiciadas, pero su precisión hace que se siga bien y que todo cobre sentido —y a la vez que nada cuadre— al final de la película. El espectador no se pierde en la historia, pero exige atención porque todos los detalles tienen una o varias explicaciones posibles. Fundamentalmente porque estamos ante una cinta que oculta el punto de vista con que se nos narra la historia, y eso obliga a repetidas relecturas para cambiar de lado según la última información. Lo que comienza con visos de objetividad, gradualmente va derivando hacia la duda y lo irreal… y llega un momento en que no sabemos qué es verdad y qué invención: la realidad ha sido tan manipulada por el montaje cinematográfico, o por los poderes establecidos en su intento por controlar al pueblo, o por la inteligencia de una mente trastornada por el peso de la culpa… que todo es posible.


Lo que sí queda claro es la doble manera de plantearse la vida, y frente al comentario de uno de los policías que todo lo reduce a violencia, Teddy responde con un orden moral que guía sus actos. Es la misma conciencia que le culpa de asesinatos de guerra y de otros por compasión, que le recrimina con un pasado del que no acaba de liberarse y que se presenta una y otra vez de manera dolorosa. A la vez tenemos esos experimentos médicos sin principios éticos, al servicio del poder corrupto y con el totalitarismo en el horizonte. «Shutter Island» es una de esas películas en las que uno no sabe si quedarse con la versión real o la imaginaria, la crítica sociopolítica o la vertiente antropológica. En cualquier caso, resulta impactante en el aspecto visual, con transformaciones de personalidad y de una realidad sin lógica que recuerdan a David Lynch —la imagen onírica de la mujer que «se deshace» es inolvidable—, con escenas en que el espíritu de Hitchcock se pasea por el acantilado o entre los pájaros convertidos en ratas, y también con el cine de serie B de los cincuenta de Tourner y Val Lewton.


Para esta tremenda historia de personajes bien dibujados en su indefinición, Scorsese ha recurrido a Leonardo DiCaprio, que vuelve a demostrar que es un gran actor y que sabe imprimir hondura dramática y psicológica a su oscuro papel. Bien secundado por actores de lujo, Mark Ruffalo, Ben Kingsley o Max von Sydow —todos un acierto de casting— aportan la ambigüedad de la mirada, mientras que Emily Mortimer, Patricia Clarkson o la joven Michelle Williams dan réplica a los «fantasmas» de su vida. Entretenimiento, suspense e intriga aseguradas para una historia de culpa y locura, donde la violencia y el dolor han oscurecido la mente y transformado la realidad, y donde la desconfianza y la sospecha se convierten en signos de una sociedad que ha apagado el faro de la verdad.

Calificación: 8/10.
Julio Rodríguez Chico (labutaca.net)



CRÍTICA 2: Scorsese oscuro y paranoico.

Una película inquietante de principio a fin, impecable en lo formal y notable en lo interpretativo, pero esquemática y evidente en su reiteración de temas y lugares comunes del thriller psicológico y terrorífico.

En el verano de 1954, los agentes Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) y Chuck Aule (Mark Ruffalo) son enviados al sanatorio psiquiátrico Ashecliffe, aislado en una remota isla de la bahía de Boston. El motivo de su investigación es la misteriosa desaparición de una paciente (Emily Mortimer), que parece haberse evaporado de su celda sin dejar rastro. Después de que la Academia de Hollywood saldara cuentas tarde y mal con Martin Scorsese ─el cineasta debería haber recibido más de un Oscar® mucho antes de “Infiltrados”, ni de lejos su mejor trabajo─, el director regresa a la ficción con “Shutter Island”, su primera aproximación al thriller de terror para la que se ha basado en la novela homónima de Dennis Lehane, curiosamente también primer acercamiento del escritor a tan inquietantes parámetros. El resultado es otro Scorsese menor, aunque la propuesta es perfectamente recomendable e impecable a nivel formal.


Amenazante en cada segundo de su abultadísimo metraje, cercano a las dos horas y media, este claustrofóbico descenso a los infiernos de la mente encadena temas no por lejanos en el tiempo menos polémicos, abandonando al espectador en un mundo oscuro, frío y descorazonado, en el que la solución del misterio principal de la historia se alcanzará tras encajar múltiples piezas, a cual más temible y peligrosamente sugerente. Con los fantasmas de la Segunda Guerra Mundial aún frescos en la mente del  problemático protagonista, la paranoia se apoderará de una investigación que abunda en lugares comunes ─es la gran traba de la propuesta─ del cine y la literatura de género, un aluvión referencial tanto estético como argumental que juega en contra de cierto sector de un palco que, desde un primer momento, no las tendrá todas consigo ante la constatación, firme e ineludible, de que todo lo que presencia ya lo ha visto antes. Y ni siquiera Scorsese, conocedor del medio como pocos, consigue que el espectador no se adelante a los acontecimientos.


Desde el expresionismo alemán a los terrores de la RKO en los años cuarenta, desde el thriller policial de los cincuenta y sesenta a las pesadillas de la literatura kafkiana, el abismal y siniestro poso de “Shutter Island” deriva en una progresiva difuminación de la barrera que separa lo real de lo que no lo es, lo obvio de lo intuido, la idea previa de la realidad constatada, estableciendo una maraña de sombras que avanza apoyada en lo hipnótico de su peligrosa y constantemente alucinada y provocativa puesta en escena. El marco en el que se mueven los personajes invita a la morbosa observación desde la distancia: la delirante y escalofriante práctica invasiva de la psiquiatría de mediados del siglo XX, los horrores y traumas de la guerra, el fanatismo anticomunista, la paranoia conspiratoria propia de la Guerra Fría… en todo su esplendor extático, la fragilidad de la mente humana funciona perfectamente como visagra en la que Scorsese se apoya para retorcer la visión del público de manera contundente. Pero aunque es precisamente la situación contextual la que justifica la extravagancia de su implosión climática, cuando todo termina esa sensación sigue ahí: un Scorsese menor.

Calificación: 6/10.

José Arce (labutaca.net)